JUSTIFICACIÓN
La poesía hispanoamericana contemporánea –a pesar de su gran calidad y variedad– no goza del interés que la nueva novela hispanoamericana ha despertado en España. Esto se debe quizá a que no soplan vientos propicios para la poesía en general y por tanto los editores españoles no se arriesgan a publicar las obras de los poetas hispanoamericanos. Así su poesía –editada en colecciones de ámbito nacional– queda circunscrita a los propios países de sus autores. Sólo algunas voces, excepcionalmente –José Martí, Rubén Darío, César Vallejo, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Ernesto Cardenal, entre otros–, han logrado merecida audiencia en España, aunque tarde; pero se han silenciado otras obras no menos valiosas. No obstante, con cierta regularidad se han venido sucediendo diversas antologías de poesía hispanoamericana, aunque en general casi todas ellas presentan una visión fragmentaria –bien porque responden a la estética del antólogo, bien porque se limitan a los poetas que en mayor o menor medida han alcanzado cierto renombre que sobrepasa los límites del continente–, cuando no una visión caótica, debido a que muchas veces el conocimiento de los poetas se debe a la difusión que logra alcanzar la poesía de un país determinado por razones ajenas al interés literario –ser focos culturales con amplios recursos de divulgación–, como es el caso de Argentina, México o Cuba después de la Revolución.
Ciertamente no es fácil la tarea de elaborar una antología medianamente representativa de la poesía hispanoamericana contemporánea, que abarque desde el Modernismo hasta nuestros días y mucho menos si lo que pretendemos, aunque somos conscientes de no haberlo logrado, es presentar a aquellos poetas que han significado un avance en la poesía castellana, bien inaugurando tendencias, bien desarrollándolas, a través de unos poemas claramente representativos. La dificultad empieza por la cantidad de poemas existentes dignos de ser seleccionados y que hay que sacrificar si no queremos que en buena medida nuestro propósito de ofrecer al lector un sentido global de la poesía hispanoamericana se vea perturbado por el cansancio o el empacho que produciría hacer justicia con todos los poetas que excluimos. De todos modos, el tener conciencia de ello nos tranquiliza, porque estamos seguros, por el contrario, de no conocer a todos los poetas que merecerían aparecer. Tal es la falta de medios de muchos países, que la incomunicación que les toca sufrir a muchos poetas es enorme. Tampoco resulta sencilla la tarea de intentar explicar las diversas tendencias poéticas que se dibujan en la poesía hispanoamericana, porque la propia incomunicación entre los diversos países latinoamericanos hace que la poesía no se desarrolle uniformemente. Lo que sí hemos intentado evitar son los antojos estéticos, los prejuicios [perjuicios –por errata– en la primera edición] ideológicos y las preferencias o antipatías personales, no siempre ausentes por desgracia de las antologías poéticas.
INTRODUCCIÓN GENERAL
La literatura hispanoamericana, a partir del último cuarto del siglo XIX, no sólo logra independizarse de la española, sino que incluso en los giros que vienen a marcar la andadura de la poesía contemporánea en lengua castellana es a los autores americanos a quienes corresponde inaugurar unos senderos por donde discurrirá posteriormente una buena parte de la poesía. Así, el Modernismo, iniciado por los escritores americanos y liderado por Rubén Darío; o el Vanguardismo, impulsado por Herrera y Reissig, Leopoldo Lugones o Ricardo Güiraldes, y desarrollado por Vicente Huidobro; y el Trascendentalismo, que se anuncia en 1931 con Residencia en la tierra de Pablo Neruda, hasta el magisterio póstumo de César Vallejo con la publicación de Poemas humanos, que incluía Poemas en prosa, y España, aparta de mí este cáliz, en 1939.
Ante el fenómeno del descubrimiento, conquista y colonización de la América hispana, el escritor americano –fruto de la independencia de las colonias– puede bien adoptar una actitud antihispánica e indigenista o antindigenista y europea, bien asumir una postura de mestizaje. Pero ante la situación de dependencia neocolonial respecto del imperialismo norteamericano –deuda exterior de los países latinoamericanos, desestabilización política, invasiones, etc.–, el escritor hispanoamericano opta por una literatura de compromiso revolucionario y de denuncia o defiende el arte por el arte.
La literatura hispanoamericana se instala en la fundación. A una objetiva falta de tradición culta de literatura autóctona, se viene a sumar una actitud de continua búsqueda de valores propios y novedosos. Por ello no es raro ver que la creación en Latinoamérica es un proceso incesante que se mueve entre un afán de universalidad cosmopolita y un ansia de americanismo, que adopta tonos prosaicos y coloquiales o elige un purismo expresivo que finalmente asume el arte como un instrumento cuando no de transformación social o de denuncia política, al menos de testimonio de época, o se inclina a cultivar el arte en sí por el arte mismo.